32 Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la
magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y
todo el
esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del
rey
33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos
apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de
la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente
nuestros enemigos
34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos
recuperado la heredad de nuestros padres.
35 En cuanto a Joppe y Gázara que nos reclamas, esas ciudades
causaban graves daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos
cien talentos.» No respondió palabra Atenobio,
36 sino que se volvió furioso donde el rey y le refirió la respuesta, la
magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey montó en violenta
cólera.
37 Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia.
38 Entonces el rey nombró a Cendebeo epistratega de la Zona
Marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería,
39 con la orden de acampar frente a Judea, construir Cedrón,
fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey
partió en
seguimiento de Trifón.
40 Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo, efectuar
incursiones por Judea, capturar prisioneros y matar.
41 Reconstruyó Cedrón donde alojó caballería y tropas para recorrer
en salidas los caminos de Judea como se lo tenía ordenado el rey.